La Intuición y la Enseñanza

 
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Intuición o inteligencia prelógica

La palabra intuición, según el diccionario etimológico, procede del latín “intuitio”, en la cual, la raíz “tueri” significa mirar o vigilar y el prefijo “in” significa en, es decir, en el interior.[1] Por tanto, intuir significa mirar hacia adentro lo que hemos interiorizado.

Según “Definiciona”, el término intuición se refiere a la capacidad de comprender  las cosas de manera instantánea sin necesidad  de razonamiento. El resultado es intuir. Popularmente la palabra se utiliza con el sentido de presentimiento.[2]

En la sabiduría popular la intuición se entiende como una cualidad que poseen  ciertas  personas, frecuentemente mujeres, las cuales son capaces de adivinar, de sentir o presentir los hechos o las ideas, sin investigación previa, como una visión premonitoria.

Si observamos a los niños, comprobamos que mantienen una actividad de aprendizaje que forma parte de su desarrollo sin necesidad de explicación alguna.  En un principio la actividad se debe a los reflejos innatos pero, sucesivamente es la imitación la que proporciona alimento a la actividad.

Mediante la percepción sensorial y la imitación, se interiorizan las vivencias cotidianas que el niño practica activamente de forma externa e interna o mental.  La interiorización de lo imitado puede considerarse una copia de lo percibido mediante referencias sensoriales.

La imitación es una prefiguración de la representación, es una especie de representación en actos materiales, todavía no de pensamiento” (Piaget, 1992).

A menudo nos preguntamos cómo los niños son capaces de hacer cosas que a los adultos nos parecen imposibles, como cantar, andar en bicicleta, nadar, tocar un instrumento o hacer surf, por poner algunos ejemplos. Es la intuición, la capacidad natural que ofrece la posibilidad de desarrollo al ser humano. De no disponer de esta capacidad -que todos tenemos- ¿cómo podríamos desarrollarnos si necesitásemos explicaciones para aprender?

Algo parecido ocurre con la capacidad creativa- ¿cómo podríamos desarrollarnos sin disponer de esta capacidad y tuviésemos que limitarnos a repetir literalmente lo aprendido?

Otra capacidad indispensable es la memoria por la que retenemos lo aprendido a largo plazo y lo recuperamos  en el momento necesario.

La intuición, por tanto, es una forma inconsciente en la evolución mental que permite un desarrollo anticipado al razonamiento y a la posibilidad de explicación por parte del niño. El niño actúa correctamente pero no analiza los pasos de la acción.

Los adultos, por el contrario, somos capaces de comprender ideas y  dar explicaciones pero no tanto de ponerlas en práctica. Eso se debe a que el aprendizaje en las etapas superiores de la inteligencia se adquiere siempre por medio del razonamiento o lógica, utilizando el análisis y prescindiendo de la práctica intuitiva  o, incluso de cualquier tipo de práctica .

Todas las experiencias vividas prácticamente podemos denominarlas con la palabra intuición, es decir, el verdadero ser derivado del desarrollo obtenido. Dichas experiencias sean visuales auditivas o de cualquier índole suponen el bagaje acumulado mediante las estructuras mentales creadas. A partir de ellas es posible la imaginación y la creación de cualquier acto o expresión propia,  (Alborés, 2017).

Etapas del desarrollo

En el desarrollo de la inteligencia humana, Piaget contempla diversas etapas que se superponen unas a otras de una manera constructiva, no asociativa, de ahí el constructivismo. En cada una de las etapas  se crean esquemas mentales mediante la acción que se superponen y  desarrollan mediante la equilibración. El desarrollo adquirido en cada una de ellas da lugar a un equilibrio momentáneo. Las asimilaciones sucesivas se acomodan modificando los esquemas de la etapa previa y produciendo un nuevo equilibrio y un nivel de desarrollo más alto. Las necesidades o intereses en cada momento de nuestra vida provocan nuevos desequilibrios  que nos motivan a la acción para volver al equilibrio necesario y así sucesivamente.

En sentido amplio, la inteligencia se corresponde con la capacidad de pensar. Dicha capacidad comienza con la adquisición del lenguaje que es el medio necesario para el pensamiento. Mediante los símbolos del lenguaje nos relacionamos con el exterior e interiorizamos la manera de pensar y organizar las ideas del entorno social, comenzando por las de nuestros padres. Además el lenguaje nos permite el diálogo interior, lo que implica reflexionar.

Piaget considera también como inteligencia la que precede al lenguaje. En la etapa sensomotora que llega hasta los dos años, existe una inteligencia práctica con la que  el niño trata de desenvolverse  mediante la coordinación de acciones. El niño tiene un interés innato por aprender, por superar etapas y en ello emplea toda su energía. Así se adapta al medio en que se encuentra y coordina sus movimientos a partir de la percepción sensorial,  creando “esquemas de acción” antes de que existan representaciones ni pensamiento en su mente.

Es necesario incidir en la idea de que los logros del desarrollo no se producen momentáneamente en unas edades determinadas sino aproximadas. El desarrollo intelectual puede compararse al desarrollo fisiológico, el cual, mediante la alimentación, el ejercicio y la adaptación avanza “silenciosamente” hasta que, de pronto, se percibe claramente el logro alcanzado.

Dentro de la primera infancia, en el período preoperatorio, que va desde los dos hasta los siete años, se desarrollan las formas de la inteligencia práctica sensomotora hasta llegar a la preparación de las nociones que surgirán a partir de la etapa de las operaciones concretas.  En el transcurso de ambas formas se encuentra la sub-etapa de la inteligencia intuitiva, donde se desarrolla el lenguaje y la afectividad a partir de las  relaciones sociales y la obediencia y respeto a los adultos.

La intuición es una forma de inteligencia  que trata de representar la realidad. Se corresponde con la coordinación sensomotriz y la experiencia práctica a partir del contacto directo con los hechos. El pensamiento intuitivo se beneficia de la capacidad de representación del niño de esta edad que le permite guardar y recordar dichas experiencias en forma de imágenes mentales. Piaget la define como la lógica de la primera infancia.

El niño suple la lógica por el mecanismo de la intuición, simple interiorización de las percepciones y los movimientos bajo la forma de imágenes representativas y de «experiencias mentales» que prolongan de este modo los esquemas sensorio-motrices sin coordinación propiamente racional (Piaget, 1992).

Se da un desarrollo paulatino de la intuición que, progresivamente, permite al niño articular las experiencias y sus representaciones hasta llegar a la reversibilidad de las acciones. La reversibilidad se refiere a la percepción de hechos desde puntos de vista opuestos que se representan conjuntamente. Con la reversibilidad la acción se convierte en operación. En este momento entra en juego la lógica o razonamiento.

El pensamiento intuitivo propio de la etapa preoperatoria no desaparece con el desarrollo subsiguiente, como tampoco desaparecen las demás capacidades como la creatividad y la memoria. La intuición se mantiene toda la vida pero suele pasar inadvertida.  No todo lo que sabemos y hacemos podemos explicarlo. Los aprendizajes intuitivos que proceden de la experiencia vital son incontables, tantos o más que los adquiridos en la enseñanza; sin ellos no podríamos desenvolvernos en la vida.

Sin ser este el objeto del presente artículo podríamos señalar ejemplos de intuición como: tomar un camino concreto ante una situación determinada, es decir, hacer una elección; reconocer a una persona como agradable o desagradable;  saber cuándo alguien nos miente; sentir sin necesidad de palabras las actitudes que los demás tienen hacia nosotros; comportamientos y respuestas que manifestamos ante diferentes situaciones;  y multitud de ejemplos prácticos como el uso de instrumentos, automóviles, ordenadores, etc.

Papel de la intuición en la educación

La intuición es imprescindible en la educación. Los conocimientos/habilidades y el desarrollo que el niño alcanza en la infancia son una base ineludible para la educación escolar. Sin embargo, el conocimiento práctico se desprecia porque no es razonado, el niño no sabe explicarse y, por tanto, “hay que enseñarle para que se explique”.

Así se fuerza a los niños a explicar cosas que no conocen, lo que les obliga a memorizarlas. El niño, que necesita movimiento y acción para desarrollar su inteligencia, se ve inactivo y privado de interés por las materias y, a la vez que desarrolla la memoria como único recurso, debe relegar todo el conocimiento adquirido naturalmente por considerarlo poco importante.

Parece ser que todo lo que quedó atrás era infantil, ridículo e insignificante, cuando en la génesis de la inteligencia las primeras etapas son requisito fundamental para las siguientes.

A este respecto señala Bruner:

En la escuela, el aprendizaje se convierte en un acto en sí mismo, liberado de los fines de la acción, que dispone al aprendiz a un tipo de razonamiento que se aparta del beneficio inmediato y conduce a la reflexión" (Bruner, 2004).

¿Cómo debe contemplarse la intuición en la práctica educativa?

Hacer uso de la intuición no significa hacer prácticas sin saber qué se hace, para qué se hace o sin saber explicar lo que se hace. Significa partir de una práctica o conocimiento previo adquiridos por intuición. Siempre hay una posibilidad mínima o conocimiento previo intuitivo al que recurrir ante cualquier tipo de aprendizaje.

Afirma Bruner:

En cada cultura existe una forma correspondiente que se haya al alcance del entendimiento del estudiante situado en cualquier estadio de desarrollo. (Bruner,  2004).

Además de promover aprendizajes que se encuentren entre las necesidades/intereses del desarrollo intelectual del niño, es fundamental partir siempre del pensamiento práctico que el niño sea capaz de utilizar o expresar. Se propiciará la reflexión sobre la práctica además de  establecer comparaciones entre lo que el niño sabe/hace y lo  que se pretende que aprenda/haga  utilizando  ejemplos variados.

Es primordial erradicar la pasividad del alumno, evitar que el niño memorice palabras, definiciones, o fechas, sino que alcance ideas generales que sirvan de línea de acción al pensamiento. El alumno guiará su propia actividad manejando y analizando detalles concretos. Las actividades pueden ser juegos, conversaciones, debates sobre lecturas, búsquedas, películas, redacciones, entre otras. La práctica realizada favorecerá el recuerdo y guardará en la memoria los aspectos esenciales, además de hacer funcional el aprendizaje.

La intuición en la enseñanza de la música

En la música, la tradición ha ignorado la intuición tanto o más que la enseñanza general. La música, como el habla, se intuyen de tal manera que todos hablamos o cantamos sintiendo afectivamente el significado de ambos lenguajes  sin necesidad de explicación.

La música, el canto y el baile, tan unidos en las prácticas sociales –aunque cada vez menos- responden al carácter intuitivo que posee nuestra capacidad musical y rítmica y a la necesidad de movimiento que implica cualquier aprendizaje. Estas prácticas se consideran un juego de niños (Delalande, 1995) y se han dejado de lado tradicionalmente en la enseñanza musical.

Todas las actividades infantiles semejan ser un juego pero no lo son; lo cierto es que los niños se divierten aprendiendo porque han nacido para aprender y su forma natural de aprender está programada para “saber y ser” (Alborés, 2017).

Se ha identificado de tal modo el aprendizaje de la música con la alfabetización, que aprender música parece consistir, en su mayor parte, en la práctica de la lectura y escritura de un lenguaje desconocido auditivamente recurriendo a la memorización por repetición.

Por otra parte, el conocimiento intuitivo musical a menudo es inexistente; muchos niños no cantan, no se mueven con la música y, si han realizado en la infancia  alguna práctica musical, ha resultado ser excesivamente teórica y por escrito. Esta situación obedece al prejuicio de despreciar lo intuitivo y, por tanto, al desconocimiento psicopedagógico.

De la práctica intuitiva procede la musicalización o interiorización, a partir de la cual cabe la expresión improvisada del niño en la medida de sus posibilidades.

Refiriéndonos de nuevo a Bruner (2004) y su “conocimiento en espiral” o “por círculos concéntricos” como lo define Violeta Hemsy (1964) , es preciso partir de un conocimiento global, que abarque todos los aspectos que dan sentido a cada objeto de aprendizaje, en este caso, la propia música, adaptada a las características de desarrollo del aprendiz.

Partiendo de la teoría de Bruner sobre la representación mental de la realidad, se dan tres formas de representación que tienen carácter sucesivo y constructivo.

  • Acción: Se parte de la intuición. Se acompañará el canto con actividades de movimiento que hagan referencia a los diferentes elementos musicales. Una vez interiorizada la música se promoverá la expresión musical intuitiva. Esta fase recibe el nombre de Enactiva

  • Imágenes mentales: Adquirida la representación, es decir, estando la música en la mente, se analiza cada uno de los elementos identificando lo conocido y poniéndole nombre. A partir de dicha identificación quedarán expuestas las novedades que se aislarán para su reconocimiento. Se requieren prácticas que prescindan absolutamente de escritura y lectura, que incidan sobre lo analizado para reforzar la representación, que contemplen la improvisación y que permitan transferir el aprendizaje a distintos contextos. Esta fase recibe el nombre de Icónica.

  • Símbolos: Es la forma de representación abstracta, se refiere al lenguaje y, en este caso, a la lectura y escritura de los símbolos musicales. En esta fase se trata de representar gráficamente todo lo interiorizado en las fases anteriores. Se pretende que la escritura se identifique con la imagen mental musical dando sentido a lo escrito, lo que no se corresponde con una lectura “silábica”, nota a nota en ausencia de pensamiento musical. Esta fase recibe el nombre de Simbólica.

Publicado el 8 de febrero de 2018 por Josefina Alborés Núñez

Bibliografía/ Webgrafía

Para profundizar en este tema se recomiendan las siguientes lecturas:

– Piaget, J. 1992: Seis estudios de Psicología. Labor. La primera infancia de los dos a los siete años. Páginas 28 a 54

- Bruner, J.S. 2004: Desarrollo cognitivo y educación. Morata.  Capítulo III. La perfectibilidad de la inteligencia

– Delalande, F. 1995: La música es un juego de niños. Melos (Ricordi americana). Introducción y primer diálogo y…..todo el libro. 

- Hemsy, V. 1964: La iniciación musical del niño. Ricordi

-Alborés, J. 2017 Música, Aprendizaje y desarrollo. https://www.pedagogiamusicaeducacion.com/articulos/musica-aprendizaje-y-desarrollo

Referencias

[1] etimologias.dechile.net/?intuicio.n

[2] https://definiciona.com/intuicion/

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